¡CORRE!

Lectura: 1 Corintios 9:19-27.

"¿No sabéis que […] en el estadio, todos […] corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" 1 Corintios 9:24

En la película Carrozas de Fuego, ganadora de varios premios, uno de los personajes es el legendario corredor velocista británico Harold Abrahams. Harold está obsesionado por ganar; pero, en las eliminatorias para las Olimpíadas de 1924, en la carrera de 100 metros, es rotundamente vencido por su rival, Eric Liddell. Entonces, reacciona con una profunda decepción. Cuando su novia Sybil trata de animarlo, él dice enojado: «Yo corro para ganar. Si no puedo ganar, ¡no corro!». Ella le responde con sabiduría: «Si no corres, no puedes ganar».

La vida está llena de reveses, y nosotros, como creyentes, no estamos excluidos de experimentar decepciones que nos llevan a querer rendirnos. Sin embargo, en la carrera de la vida cristiana, Pablo nos desafía a seguir corriendo. Les dice a los corintios: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Corintios 9:24). Debemos correr con fidelidad, dice Pablo, estimulados por saber que corremos para honrar a nuestro Rey y que recibiremos de Él una corona eterna.

Si flaqueamos en esta carrera, si dejamos de servir a Dios o cedemos al pecado ante las dificultades, corremos el riesgo de perder una rica recompensa que podríamos haber recibido si hubiésemos corrido de la mejor manera que podemos.

Sybil tenía razón. «Si no corres, no puedes ganar».

Reflexión: Mejor que ganar cualquier medalla será escuchar al Maestro decir: «¡Bien hecho!»

UN HÉROE CURADO

Lectura: 1 Pedro 3:8-17.

"No os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis" 1 Pedro 3:14

El cabo Desmond Doss fue el primer objetor de conciencia en ganar la Medalla de Honor del Congreso, la condecoración militar más importante en los Estados Unidos. Doss era un consagrado seguidor de Cristo y creía que no debía matar a otras personas, pero deseaba servir a su país; entonces, se ofreció para trabajar como médico. Durante el entrenamiento en el regimiento, los demás soldados se burlaban de él porque se negaba a disparar un rifle. Lo ridiculizaban cuando leía la Biblia y se arrodillaba junto a su cama por la noche para orar. Sin embargo, en combate, la historia cambió.

En mayo de 1945, durante la batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial, Doss arriesgó varias veces su vida para rescatar a cientos de hombres heridos. Por sus acciones generosas, se ganó la gratitud y el respeto de sus antiguos críticos y de aquellos cuyas vidas había salvado.

Frente a la crítica injusta, Pedro les dijo a sus compañeros cristianos: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis» (1 Pedro 3:14). Los instó a honrar a Dios en sus corazones y a estar preparados para responder de manera respetuosa a todo el que preguntara sobre la esperanza que ellos tenían (v. 15).

Que nuestra respuesta a un mundo sufriente, que suele ser hostil a Cristo, sea tal que demuestre el amor de Dios.

Reflexión: Devolver bien por bien es humano; devolver bien por mal es divino.

NEGACIÓN PLAUSIBLE

Lectura: Salmo 51:1-10.

"Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" 1 Samuel 16:7

En respuesta a las acusaciones de los medios de comunicación por escándalo e indecencia, el político culpable respondió con el siguiente pretexto: «No recuerdo tales acontecimientos». No obstante, este fue otro intento de una figura pública de aplicar una estrategia llamada «negación plausible». Ocurre cuando un individuo trata de crear una red de protección personal buscando convencer a los demás de que desconocía los sucesos en cuestión. Otra persona es imputada y se convierte en el chivo expiatorio que paga por los agravios del culpable.

A veces los creyentes tienen su propia clase de negación plausible. Declaramos desconocer nuestra conducta equivocada, ponemos excusas o culpamos a otros; pero Dios sabe la verdad. La Biblia nos dice: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). Esto es cierto cuando el corazón es puro y también cuando está corrompido y encubierto con falsas declaraciones de inocencia. Podemos engañar a otras personas que sólo nos ven por fuera, pero Dios conoce la realidad de nuestro corazón, sea bueno o malo.

Por lo tanto, es sabio confesar con humildad nuestras ofensas al Señor. Él desea que admitamos la verdad (Salmo 51:6). La única manera de librarnos del pecado y restaurar nuestra comunión con Dios es reconocerlo y confesárselo a Él (vv. 3-4).

Reflexión: Podemos conseguir engañar a otros, pero Dios conoce nuestro corazón.

¿QUÉ HAY QUE HACER?

Lectura: Génesis 2:1-7.

"Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás" Éxodo 23:12

La tecnología actual permite que algunas personas trabajen 24/7 (24 horas al día y 7 al días a la semana). Podemos llevar trabajo a casa o adonde vayamos de vacaciones. El trabajo nos acompaña siempre, excepto cuando se corta la luz.

En el invierno de 2008, una tormenta de nieve cubrió varios estados con una espesa capa cristalina. Cayeron árboles y ramas que bloquearon caminos e hicieron que la gente no pudiera salir de sus casas. También afectó a los cables de suministro eléctrico, lo que dejó a muchos en total oscuridad y sin poder hacer nada que requiriera electricidad.

Cada vez que algo así interrumpe mi vida, me doy cuenta de lo importante que es el trabajo para mí. Sin él, me siento insignificante, improductiva e inútil. Sin embargo, Dios no quiere que el trabajar sea tan importante para nosotros, y no tendría que haber un corte de electricidad para obligarnos a parar. En el Antiguo Testamento, el Señor aplicó un plan para hacer que Su pueblo se detuviera y le prestara atención a Él. Se llamaba día de reposo. El séptimo día de la semana no tenían que trabajar (Éxodo 23:12).

Aunque, en el Nuevo Testamento, a los creyentes no se les exige que cumplan esta ley, el descanso sigue siendo importante. Poner en práctica un día para descansar impide que creamos erróneamente que nuestro trabajo es más importante que Dios.

¿Qué hay que hacer para lograr que te detengas y le prestes atención al Señor?

Reflexión: Si no nos apartamos para descansar, nos vamos a desmoronar. —Havner