BUENAS NOTICIAS

Lectura: 2 Reyes 7:3-11.

"No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos" 2 Reyes 7:9

Graham, un amigo mío australiano, no nació ciego. Un extraño accidente lo dejó así cuando tenía nueve años. Sin embargo, él nunca sintió lástima de sí mismo. Dondequiera que iba, contaba lo que Jesús significaba para él. Su último viaje fue a Tailandia para ejercer como fisioterapeuta. Además de utilizar sus habilidades profesionales, quería compartir el evangelio de Cristo.

Los cuatro leprosos de 2 Reyes 7 también tenían una buena noticia para dar. Se habían encontrado imprevistamente con el campamento sirio y descubrieron que no había nadie. Después de apropiarse de la comida y del botín, recordaron al pueblo samaritano que desfallecía de hambre después de haber sido sitiado por los sirios. Su reacción fue: «No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos» (v. 9). Entonces, fueron y le contaron al resto de los israelitas acerca de las provisiones.

A pesar de sus desventajas físicas y sociales, tanto Graham como los leprosos pensaron en los demás. Estaban agradecidos por lo que habían encontrado y lo consideraban demasiado bueno como para guardárselo y no compartirlo con otras personas.

¿Conoces a alguien que necesite saber lo que Jesús hizo? No pongas excusas diciendo que te falta capacidad, sino ve y comparte la buena noticia de lo que el Señor ha hecho contigo. De este modo, tu vida tendrá un nuevo propósito.

Reflexión: Cuando estamos agradecidos por lo que tenemos, queremos compartirlo con otros.

CURSO PARA LÍDERES DE NAVEGANTES GUATEMALA 2011

FECHA: 24 al 26 de Junio

LUGAR: Tabernáculo de Villa Nueva

COSTO:
PRE-INSCRIPCIÓN: $. 80.00 hasta el 31 de Mayo
INSCRIPCIÓN: $. 100.00 Día del Evento

REQUISITOS:

* Tener por lo menos 18 años de edad.
* Completar Fundamentos
* Leer el Manual del Líder en su totalidad
* Hombres y Mujeres pueden asistir.

Mayor Información:

Director Nacional: Revdo. Israel Roca (502) 52088730
Coor. Nacional de Adiestramientos: Luis García (502) 59089841

INCLINARSE HACIA DIOS

Lectura: Colosenses 3:12-17.

"Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús" Colosenses 3:17

El Hermano Lawrence, cocinero en un monasterio del siglo xvii, me ha enseñado muchas cosas sobre cómo recordar de manera consciente a Dios. En su libro La práctica de la presencia de Dios, Lawrence menciona formas prácticas de «ofrecerle a Dios tu corazón una y otra vez durante el transcurso del día», incluso mientras se realizan tareas como cocinar o reparar zapatos. «La profundidad espiritual de la persona —decía él— no depende de cambiar las cosas, sino de modificar las motivaciones; es decir, hacer para Dios lo que comúnmente haces para ti».

Uno de sus elogios expresaba: «El buen Hermano encontraba a Dios en todas partes, ya sea al reparar zapatos como así también al orar. […] Era Dios, no la tarea, lo que tenía en vista. Sabía que, cuanto más alejada estaba la tarea de sus inclinaciones naturales, mayor era su amor al ofrecérsela a Dios».

Este último comentario impactó profundamente a mi esposa. Cuando trabajaba con ancianos en el centro de la ciudad de Chicago, a veces tenía que realizar tareas que iban totalmente en contra de sus inclinaciones naturales. Mientras llevaba a cabo algunas de las labores menos atractivas, se recordaba a sí misma que debía mantener en vista a Dios y glorificar Su nombre. Con esfuerzo, aun las obligaciones más difíciles pueden realizarse y ser presentadas como una ofrenda al Señor (Colosenses 3:17).

Reflexión: La obligación por sí sola es un trabajo penoso, pero, con amor, es un deleite.

LA DEVOCIÓN DE DIOS

Lectura: Efesios 3:14-21.

"A fin de que, […] seáis plenamente capaces de comprender […] el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" Efesios 3:17-19

En 1826, el escritor británico Thomas Carlyle se casó con Jane Welsh, otra escritora de renombre. Ella se dedicó a respaldar el éxito de su esposo y lo ayudaba de todo corazón.

Debido a una dolencia estomacal y a una enfermedad nerviosa, él tenía un temperamento bastante irritable. Por esa razón, ella le preparaba comidas especiales y trataba de mantener la casa lo más silenciosa posible, para que él pudiera escribir.

Por lo general, Thomas no valoraba el espíritu servicial de Jane ni pasaba mucho tiempo con ella. Sin embargo, refiriéndose a su esposa, le escribió a su madre lo siguiente: «Debo reconocer de corazón que ella […] me ama con una devoción que me resulta misterioso entender que pueda merecerlo. Ella […] mira con tanta dulzura y optimismo mi rostro sombrío, que me transmite una nueva esperanza cada vez que encuentro su mirada».

¡Nosotros también tenemos a Alguien que nos ama con una devoción que no podemos comprender que merezcamos, debido a nuestra condición de pecadores! Esa Persona es Dios el Padre, «que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Romanos 8:32). Su amor es ancho, largo, profundo y alto, y también excede todo conocimiento (Efesios 3:18-19).

Comprender y apreciar el amor de Dios es algo tan vital que Pablo oraba para que los efesios estuvieran «arraigados y cimentados» en él (v. 17).

Reflexión: No hay mayor gozo que saber que Dios te ama.

¿IMPORTAN LAS PALABRAS?

Lectura: Proverbios 15:1-7. 

"Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana" Santiago 1:26 

Escuché decir a un adolescente de una familia creyente: «Mi mamá no cree que esté mal decir palabrotas». Luego aclaró cuáles le parecían aceptables a ella; eran términos que desde hace mucho tiempo se han considerado inapropiados. 

En los últimos años, la forma de hablar de la gente se ha degradado, pero nosotros no tenemos que adaptarnos a eso. Al esforzarnos para tener «cuidado de [nuestra] manera de vivir» (Efesios 5:15 NVI), deberíamos pensar en cómo honrar a Dios con nuestras palabras. 

Agradamos al Señor con nuestra lengua cuando demostramos buen criterio. «El que refrena sus labios es prudente», nos recuerda Proverbios 10:19. Cuando hablamos, tenemos que filtrar las palabras que salen de nuestra boca: «El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias» (Proverbios 21:23). 

Es importante emplear palabras agradables y positivas, incluso para referirse a temas complicados. «La palabra áspera hace subir el furor», pero «la lengua de los sabios adornará la sabiduría» (Proverbios 15:1-2). 

Por último, debemos evitar las palabras que den una imagen pobre de nuestra posición como hijos de Dios. La exhortación de Pablo, «ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca», establece un patrón estricto para el uso correcto del vocabulario.

Para honrar al Señor en cada área de la vida, utiliza palabras que sean agradables y aceptables para un Dios santo. 

Reflexión: Lo que decimos revela lo que somos.

¿NUESTRO COPILOTO?

Lectura: Gálatas 2:11-21.

"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" Gálatas 2:20

La calcomanía para parachoques que dice «Jesús es mi copiloto» tal vez sea bien intencionada, pero siempre me ha preocupado. Cuando yo estoy en el asiento del conductor de mi vida, el destino nunca es bueno. La función de Jesús no es ser simplemente un «copiloto» espiritual que da instrucciones de vez en cuando, sino que siempre tiene que estar en el asiento del conductor. ¡Y punto!

Solemos decir que Cristo murió por nosotros, lo cual es verdad. Pero eso no es todo. Debido a que Él murió en la cruz, algo en nuestro interior también lo hizo: el poder del pecado. Esto es lo que Pablo quiso decir cuando declaró: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2:20). En esencia, fuimos co-crucificados con Él. Con Jesús en el asiento del conductor, los viejos destinos están en zonas prohibidas. Ya no se recorren más las calles del egocentrismo, de la codicia ni de las pasiones desenfrenadas. Se terminaron las aventuras a campo traviesa por los pantanos del orgullo o las zanjas de la amargura. ¡Estamos crucificados con el Señor y ahora Él está al volante! Jesús murió para ser el único que nos conduzca y nos delimite.

Así que, si has muerto y Cristo vive en ti, Él no es tu copiloto. Tu gozo es dejar que conduzca y delimite tu vida. Habrá algunos baches en el camino, pero puedes contar con esto: Él te conducirá a buen destino.

Reflexión: ¿Sigues al volante de tu vida? Es hora de dejar que Jesús conduzca.