REALMENTE SEDIENTO

Lectura: Salmo 42.

"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía" Salmo 42:1

¿Alguna vez tuviste una sed terrible? Hace unos años, visité a mi hermana Kathy en Mali, África Occidental. Una tarde, mientras hacíamos un viaje de turismo, la temperatura subió a más de 40 ºC. Muerto de sed, le dije: «Oye, necesito beber algo». Cuando Kathy me dijo que se había olvidado de llevar una provisión de agua filtrada, comencé a desesperarme un poco. Cuanto más seguíamos viaje, tanto más me preguntaba cómo sería en realidad morirse de sed.

Por fin, Kathy dijo: «Ya sé dónde podemos ir», mientras se dirigía hacia la entrada de una embajada. Una vez adentro, me encontré con el paisaje más maravilloso: ¡una máquina expendedora de agua fresca! Tomé uno de los vasitos de papel y lo llené una y otra vez. Mi cuerpo había estado privado de agua durante demasiado tiempo y entonces requirió mucho líquido para revertir los efectos de la deshidratación.

El salmista comparó la sed física con la espiritual: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía» (Salmo 42:1). Su sed se refería a un anhelo desesperado del Señor, el único Dios vivo (v. 2).

¿Anhelas algo que este mundo no puede proveer? Esa insatisfacción es la sed que el alma tiene de Dios. Corre hacia Aquel que es el único que puede apagar esa sed. «Porque [Dios] sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta» (Salmo 107:9).

Reflexión: Sólo Jesús, el Agua viva, puede satisfacer la sed del alma.

TODO AL GANADOR

Lectura: 2 Corintios 9:6-15.

"Dios ama al dador alegre" 2 Corintios 9:7

En 2008, el periódico Los Angeles Times cubrió la final de un campeonato de fútbol entre dos escuelas cristianas, pero las noticias fueron más allá de quién ganó el encuentro. Tres días antes, un incendio había arrasado las instalaciones del Westmont College y destruido varios edificios académicos, residencias de profesores y habitaciones de estudiantes. Al no poder ser sede del evento, las reglas exigían que perdiera el juego. En cambio, la universidad Azuza Pacific invitó a sus contrincantes a jugar en sus instalaciones, donde recibió a la hinchada de Westmont con entradas gratuitas y un almuerzo.

En el campo de juego, Westmont obtuvo una emotiva victoria de 2 a 0, mientras que Azuza Pacific se ganó la admiración por su buena voluntad. Bill Plaschke, reportero de LA Times, escribió: «En el sur de California, raras veces se ha visto una mejor demostración de buen espíritu deportivo que en esta ocasión. Azuza Pacific sacrificó su posibilidad de defender el título para darle a Westmont una buena chance de ganarlo. Tan impresionante como la resistencia de los vencedores fue la bondad de los vencidos».

A menudo, cuando la Biblia nos insta a dar de buena gana y con generosidad, «porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7), pensamos sólo en el dinero. Dar a los demás una oportunidad y brindar hospitalidad a los angustiados es una forma de generosidad que convierte en ganadores a todos los que lo practican.

Reflexión: La manera de dar muestra las cualidades del dador más que la dádiva en sí.

¡CORRE!

Lectura: 1 Corintios 9:19-27.

"¿No sabéis que […] en el estadio, todos […] corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" 1 Corintios 9:24

En la película Carrozas de Fuego, ganadora de varios premios, uno de los personajes es el legendario corredor velocista británico Harold Abrahams. Harold está obsesionado por ganar; pero, en las eliminatorias para las Olimpíadas de 1924, en la carrera de 100 metros, es rotundamente vencido por su rival, Eric Liddell. Entonces, reacciona con una profunda decepción. Cuando su novia Sybil trata de animarlo, él dice enojado: «Yo corro para ganar. Si no puedo ganar, ¡no corro!». Ella le responde con sabiduría: «Si no corres, no puedes ganar».

La vida está llena de reveses, y nosotros, como creyentes, no estamos excluidos de experimentar decepciones que nos llevan a querer rendirnos. Sin embargo, en la carrera de la vida cristiana, Pablo nos desafía a seguir corriendo. Les dice a los corintios: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Corintios 9:24). Debemos correr con fidelidad, dice Pablo, estimulados por saber que corremos para honrar a nuestro Rey y que recibiremos de Él una corona eterna.

Si flaqueamos en esta carrera, si dejamos de servir a Dios o cedemos al pecado ante las dificultades, corremos el riesgo de perder una rica recompensa que podríamos haber recibido si hubiésemos corrido de la mejor manera que podemos.

Sybil tenía razón. «Si no corres, no puedes ganar».

Reflexión: Mejor que ganar cualquier medalla será escuchar al Maestro decir: «¡Bien hecho!»

UN HÉROE CURADO

Lectura: 1 Pedro 3:8-17.

"No os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis" 1 Pedro 3:14

El cabo Desmond Doss fue el primer objetor de conciencia en ganar la Medalla de Honor del Congreso, la condecoración militar más importante en los Estados Unidos. Doss era un consagrado seguidor de Cristo y creía que no debía matar a otras personas, pero deseaba servir a su país; entonces, se ofreció para trabajar como médico. Durante el entrenamiento en el regimiento, los demás soldados se burlaban de él porque se negaba a disparar un rifle. Lo ridiculizaban cuando leía la Biblia y se arrodillaba junto a su cama por la noche para orar. Sin embargo, en combate, la historia cambió.

En mayo de 1945, durante la batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial, Doss arriesgó varias veces su vida para rescatar a cientos de hombres heridos. Por sus acciones generosas, se ganó la gratitud y el respeto de sus antiguos críticos y de aquellos cuyas vidas había salvado.

Frente a la crítica injusta, Pedro les dijo a sus compañeros cristianos: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis» (1 Pedro 3:14). Los instó a honrar a Dios en sus corazones y a estar preparados para responder de manera respetuosa a todo el que preguntara sobre la esperanza que ellos tenían (v. 15).

Que nuestra respuesta a un mundo sufriente, que suele ser hostil a Cristo, sea tal que demuestre el amor de Dios.

Reflexión: Devolver bien por bien es humano; devolver bien por mal es divino.

NEGACIÓN PLAUSIBLE

Lectura: Salmo 51:1-10.

"Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" 1 Samuel 16:7

En respuesta a las acusaciones de los medios de comunicación por escándalo e indecencia, el político culpable respondió con el siguiente pretexto: «No recuerdo tales acontecimientos». No obstante, este fue otro intento de una figura pública de aplicar una estrategia llamada «negación plausible». Ocurre cuando un individuo trata de crear una red de protección personal buscando convencer a los demás de que desconocía los sucesos en cuestión. Otra persona es imputada y se convierte en el chivo expiatorio que paga por los agravios del culpable.

A veces los creyentes tienen su propia clase de negación plausible. Declaramos desconocer nuestra conducta equivocada, ponemos excusas o culpamos a otros; pero Dios sabe la verdad. La Biblia nos dice: «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). Esto es cierto cuando el corazón es puro y también cuando está corrompido y encubierto con falsas declaraciones de inocencia. Podemos engañar a otras personas que sólo nos ven por fuera, pero Dios conoce la realidad de nuestro corazón, sea bueno o malo.

Por lo tanto, es sabio confesar con humildad nuestras ofensas al Señor. Él desea que admitamos la verdad (Salmo 51:6). La única manera de librarnos del pecado y restaurar nuestra comunión con Dios es reconocerlo y confesárselo a Él (vv. 3-4).

Reflexión: Podemos conseguir engañar a otros, pero Dios conoce nuestro corazón.